Seguidores

miércoles, enero 15, 2014

La misma mancha en el techo

¿Sentimiento de culpa dices? ¿Acaso te obligó alguien a hacer lo que hiciste? ¿Te obligué yo? ¿Te sentiste obligada? ¿Entonces por qué tendrías que sentirte culpable? ¿por haber traicionado, en fin, tus principios? ¿Qué demonios son los principios, dónde están? ¿En aquel papel que firmaste en un registro hace cuatro o cinco años? Lo siento, pero no. Tal vez en ese preciso instante buscaras tranquilidad, ya sabes, huir de tus altibajos con algo estable y enfocar todos tus sentidos en un solo objetivo ideal. Pasar página de ti misma. Fuiste tú quien decidió atarse a otro hombre, fuiste tú quien prometió amarle eternamente y atarte a él para el resto de tus días. ¿Le quieres, Nadia? ¿Le sigues queriendo? ¿Sigues enamorada de él como el primer día? ¿No, verdad? ¿Y quién tiene la culpa de eso, él, tú, yo? Nadie, Nadia. No tiene la culpa nadie. Nadie es capaz en este mundo de controlar su futuro, o su cabeza, o el número de vueltas que le dará la vida. Y quien diga lo contrario, miente; o simplemente actúa como una puta máquina racional y programable. Precisamente ese fue tu error: creer que serías capaz de controlar tus impulsos dejándote llevar por la rutina. Creías que la inercia te vendría bien, pero ya has visto que no. De hecho, nunca fuiste así y lo sabes. Nunca debiste casarte, pero eso ya no tiene solución, ¿verdad? Seguirás casada, estoy seguro, y acabarás aprendiendo a convivir con tus contradicciones. A soportarte y asumirte. A manejar tu inevitable doble vida. Hay personas capaces de vivir muchos años con una bala dentro, e incluso consiguen a veces olvidarse de ella. Ya lo he visto antes. Pero no te sientas culpable por hacer lo que hiciste. Nadie te obligó a entrar en mi taxi: fue el azar. Nadie te obligó a recordar viejos tiempos: fuimos los dos. Supongo que podrías haber cambiado de tema, o negarte a seguir por ahí o decir no, Daniel, mi vida me llena, ahora soy otra instalada en otro mundo. Pero no me culpes, no te culpes. Fue bonito, quédate con eso. Lo pasé genial en ese hotel (y algo me dice que tú también necesitabas algo así). Y reconoce que fue un puntazo que consiguiéramos la misma habitación que aquella última vez hace cuántos, ¿séis años? La habitación estaba exactamente igual que entonces, y nos reímos. Nos reímos de las mismas cortinas, nos reímos de la misma mancha en el techo con la forma de Australia. La misma mancha.

No hay comentarios: