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viernes, octubre 30, 2015

Carta de una madre de Lepe a su hijo

Querido hijo:
Te escribo estas letras para que sepas que estoy viva. Estoy escribiendo despacio porque sé que tú no eres para leer deprisa. Si recibes esta carta es que te llegó, y si no, me lo dices y te la mando otra vez. El tiempo por aquí está mal: la semana pasada solo llovió dos veces: la primera estuvo lloviendo tres días, y la segunda cuatro.

Ya te mandé la chaqueta, pero te digo que tu tío Pepe dijo que si la mandábamos con botones pesaría mucho, y el envío sería muy caro, así que se los quitamos y se los metimos en el bolsillo de dentro.

Por fin ya pudimos enterrar a tu abuelo. Lo encontramos cuando lo de la mudanza: estaba metido en el armario desde aquel día que nos ganó jugando al escondite.

Te cuento que el otro día explotó la cocina del gas y tu padre y yo salimos disparados por el aire y caímos fuera de la casa. ¡Qué emoción! Era la primera vez que tu padre y yo salíamos juntos de casa.

Vino el médico y me puso un tubo de cristal en la boca y me dijo que no podía hablar en diez minutos. Tu padre quería comprarle el tubo.

Perdona la mala letra y las faltas de ortografía; es que yo me canso de escribirte y ahora le estoy dictando a tu padre y ya sabes lo burro que es. Y hablando de tu padre, ¡qué orgulloso está!. Te cuento que ahora tiene un buen trabajo, tiene 500 personas por debajo de él: es el encargado de segar el cementerio.

El otro día leyó en el periódico que, según las encuestas, la mayoría de los accidentes ocurren a un kilómetro de casa, así que nos mudamos más lejos. No vas a reconocer la casa; el sitio es muy guapo y hasta tengo lavadora, aunque no estoy segura de que funcione. Ayer metí la ropa, tiré de la cadena y desde ese momento no la volví a ver.

Tu hermana Julia, la que se casó con su marido, parió. Como todavía no sé de qué sexo es, no puedo decirte si eres tío o tía. Si es niña van a llamarla como yo. Ella, a tu hermana, la llamará mama.

Y por último tu hermano Juanchu sigue tan despistado como siempre: el otro día cerró el coche, dejo las llaves dentro y tuvo que ir tres Km. para allá y tres Km. para acá, a casa , a por el duplicado, para poder sacarnos a tu padre y a mi de dentro del coche.

Tu primo Paco se casó y pasa toda la noche rezándole a la mujer porque le dijeron que era virgen.

A quien nunca más vimos por aquí es al tío Carlones el que murió el año pasado.

Ahora el que nos tiene preocupados es tu perro, el Puski: está empeñado en correr detrás de los coches que están parados.

¿Recuerdas a tu amigo Antón? Ya no está en el mundo. Su padre murió hace dos meses y como había pedido ser enterrado en el lago, el pobre Antón murió cavando la poza en el fondo.

Bueno, hijo, no te pongo dirección de la carta porque no la sé.

La gente que vivió aquí antes, se llevó los números para no tener que cambiar de domicilio.

Si ves a doña Remedio salúdala de mi parte, y si no la ves no le digas nada.

Un abrazo. Te quiere tu madre.

P.D. Iba a mandarte 100 euros, pero ya cerré el sobre.

jueves, octubre 29, 2015

El día en que dejé de decir "date prisa"

Cuando estás viviendo una vida apretada, cada minuto cuenta. Sientes que deberías tachar algo de la lista de cosas pendientes, mirar una pantalla, o salir corriendo hacia el siguiente destino. Y no importa en cuántas partes dividas tu tiempo y atención, no importa cuántas tareas trates de hacer a la vez, nunca hay suficiente tiempo para ponerse al día.
Esa fue mi vida durante dos años frenéticos. Mis pensamientos y acciones estaban controlados por notificaciones electrónicas, melodías para el móvil y agendas repletas. Y aunque cada fibra de mi sargento interior quería llegar a tiempo a todas las actividades de mi programa, yo no.

Imágenes integradas 10
Verás, hace seis años, fui bendecida con una niña relajada, sin preocupaciones, del tipo de quienes se paran a oler las rosas.
Cuando tenía que estar ya fuera de casa, ella estaba ahí, toda dulzura, tomándose su tiempo para elegir un bolso y una corona con purpurina.
Cuando tenía que estar en algún sitio desde hacía cinco minutos, ella insistía en intentar sentar y ponerle el cinturón de seguridad a su peluche.
Cuando necesitaba pasar rápidamente a comprar un bocadillo en Subway, se paraba a hablar con la señora mayor que se parecía a su abuela.
Cuando tenía 30 minutos para ir a correr, quería que parase la sillita para acariciar a cada perro con el que nos cruzábamos.
Cuando tenía la agenda completa desde las seis de la mañana, me pedía que le dejase cascar y batir los huevos con todo cuidado.
Mi niña despreocupada fue un regalo para mi personalidad de tipo A, orientada al trabajo, pero yo no lo vi. Oh no, cuando tienes una vida apretada, tienes visión de túnel - solo ves el siguiente punto en tu agenda. Y todo lo que no se pueda tachar de la lista es una pérdida de tiempo.
Cada vez que mi hija me desviaba de mi horario, me decía a mí misma: "No tenemos tiempo para esto". Así que las dos palabras que más usaba con mi pequeña amante de la vida eran: "Date prisa".
Empezaba mis frases con esas dos palabras.
Date prisa, vamos a llegar tarde.
Y las terminaba igual.
Nos lo vamos a perder todo si no te das prisa.
Comenzaba el día así.
Date prisa y cómete el desayuno.
Date prisa y vístete.
Terminaba el día de la misma forma.
Date prisa y lávate los dientes.
Date prisa y métete en la cama.
Y aunque las palabras "date prisa" conseguían poco o nada para aumentar la velocidad de mi hija, las pronunciaba igualmente. Tal vez incluso más que las palabras "te quiero".
La verdad duele, pero la verdad cura... y me acerca a la madre que quiero ser.
Entonces, un día trascendental, las cosas cambiaron. Habíamos recogido a mi hija mayor del cole y estábamos saliendo del coche. Como no iba lo suficientemente deprisa para su gusto, mi hija mayor le dijo a su hermana: "Eres muy lenta". Y cuando se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro exasperado, me vi a mí misma - la visión fue desgarradora.
Yo era una matona que empujaba y presionaba y acosaba a una niña pequeña que sólo quería disfrutar de la vida.
Se me abrieron los ojos, vi con claridad el daño que mi existencia apresurada infligía a mis dos hijas.
Aunque me temblaba la voz, miré a los ojos de mi hija pequeña y le dije: "Siento mucho haberte metido prisa. Me encanta que te tomes tu tiempo, y me gustaría ser más como tú".
Mis dos hijas me miraban igualmente sorprendidas por mi dolorosa admisión, pero la cara de mi hija menor tenía un brillo inconfundible de validación y aceptación.
"Prometo ser más paciente a partir de ahora", dije mientras abrazaba a mi pequeña, que sonreía con la promesa de su madre.
Fue bastante fácil desterrar las palabras "date prisa" de mi vocabulario. Lo que no fue tan fácil era conseguir la paciencia necesaria para esperar a mi lenta hija. Para ayudarnos a las dos, empecé a darle un poco más de tiempo para prepararse si teníamos que ir a alguna parte. Y a veces, incluso así, todavía llegábamos tarde. En esos momentos me tranquilizaba pensar que solo llegaría tarde a los sitios unos pocos años, mientras ella fuese pequeña.
Cuando mi hija y yo íbamos a pasear o a la tienda, le dejaba marcar el ritmo. Y cuando se paraba para admirar algo, intentaba quitarme la agenda de la cabeza para simplemente observar lo que hacía. Vi expresiones en su cara que no había visto nunca antes. Estudié los hoyuelos de sus manos y la forma en que sus ojos se arrugan cuando sonríe. Vi cómo otras personas respondían cuando se paraba para hablar con ellos. Observé cómo descubría bichos interesantes y flores bonitas. Era una observadora, y aprendí rápidamente que los observadores del mundo son regalos raros y hermosos. Ahí fue cuando por fin me di cuenta de que era un regalo para mi alma frenética.
Mi promesa de frenar es de hace casi tres años, y al mismo tiempo empezó mi viaje para dejar de lado la distracción diaria y atrapar lo que de verdad importa en la vida. Vivir en un ritmo más lento todavía requiere un esfuerzo extra. Mi hija pequeña es el vivo recuerdo de por qué tengo que seguir intentándolo. De hecho, el otro día, me lo volvió a recordar.
Habíamos salido a dar un paseo en bicicleta durante las vacaciones. Después de comprarle un helado, se sentó en una mesa de picnic para admirar con deleite la torre de hielo que tenía en la mano.
De repente, una mirada de preocupación cruzó su rostro. "¿Tengo que darme prisa, mamá?"
Casi lloro. Tal vez las cicatrices de una vida acelerada no desaparecen por completo, pensé con tristeza.
Mientras mi hija me miraba esperando a saber si podía tomarse su tiempo, supe que tenía una opción. Podía sentarme allí y sufrir pensando en la cantidad de veces que le había metido prisa a mi hija en la vida... o podía celebrar el hecho de que hoy intento hacer algo distinto.
Elegí vivir el hoy.
"No tienes que darte prisa. Tómate tu tiempo", le dije tranquilamente. Su rostro se iluminó al instante y se le relajaron los hombros.
Y así estuvimos hablando de las cosas de las que hablan las niñas de seis años que tocan el ukelele. Incluso hubo momentos en que nos sentamos en silencio simplemente sonriendo la una a la otra y admirando las vistas y sonidos que nos rodeaban.
Pensé que mi hija se iba a comer toda la maldita cosa - pero cuando llegó al último pedazo, me pasó la cuchara con lo que quedaba de helado. "He guardado el último bocado para ti, mamá", me dijo con orgullo.
Mientras el manjar saciaba mi sed, me dí cuenta de que había hecho el negocio de mi vida.
Le di a mi hija un poco de tiempo ... y, a cambio, ella me dio su último sorbo y me recordó que las cosas son más dulces y el amor llega con más facilidad cuando dejas de correr por la vida.
Ya se trate de ...
Tomarse un helado
Coger flores
Ponerse el cinturón de seguridad
Batir huevos
Buscar conchas en la playa
Ver mariquitas y otros bichos
Pasear por la calle
No diré: "No tenemos tiempo para esto". Porque básicamente estaría diciendo: "No tenemos tiempo para vivir".
Hacer una pausa para deleitarse con los placeres simples de la vida es la única manera de vivir de verdad.
(Confía en mí, he aprendido de la mejor experta del mundo.)

http://huff.to/1MXT3ot

Créeme cuando te digo que deseo que seas feliz aunque no sea conmigo.a tu lado

miércoles, octubre 28, 2015

Las últimas vacaciones de los Beatles antes de ser los Beatles, en Canarias

Bajo el sol del Puerto de la Cruz pasaron George Harrison, Ringo Starr y Paul McCartney sus últimos días sin flashes ni guardaespaldas. John Lennon eligió Torremolinos y su «jet set»
Del Austin de los Beatles al Buggy

Ringo Starr, George Harrison y Paul McCartney, en el Lido San Telmo del Puerto de la Cruz, en 1963, la portada del libro sobre su estancia y el mítico Austin rojo que utilizaron
Años después reconocería su error, pero David Gilbert tuvo arrestos para decirle a Paul McCartney que su grupo, por entonces aún era solo un grupo, no era el adecuado para tocar ante su clientela. Apenas bostezaba la década de los sesenta. La banda en cuestión había publicado recientemente su primer elepé, «Please Please Me», pero en el Puerto de la Cruz, en Tenerife (donde pasarían sus últimas vacaciones como desconocidos), apenas eran tres pálidos británicos entre tantos otros.
En el barrio hamburgués de Sankt Pauli, localidad pionera en el Viejo Continente en lo que a clubes y locales de ocio se refiere, conocieron unos bisoños Beatles al músico y fotógrafo alemán Klaus Voormann. Al calor de aquella adelantada Sankt Pauli surgió y creció la amistad entre ellos. Corría 1960 y el padre de Voormann, un eminente médico también alemán, había adquirido unos terrenos en Los Realejos, municipio norteño de una Tenerife que empezaba a mostrar sus encantos al mundo. La grabación de «Please Please Me» resultaría tan estresante que McCartney no dudó en pedir a Voormann que mediara ante su padre para que este les prestara la hacienda tinerfeña. El 29 de abril de 1963, Ringo Starr, George Harrison y el propio McCartney aterrizaban en la isla, vía Barcelona y con un día de retraso.
«¿Y John Lennon?», se pregunta retóricamente el historiador Nicolás González Lemus. Pues Lennon fue el único que no viajó: Brian Epstein, mánager del grupo, lo había convencido para que lo acompañara a Torremolinos, lugar casi de culto de la jet set de aquellos años. McCartney y los demás querían, en cambio, un lugar tranquilo, y lo encontraron.
González Lemus, autor de la obra «Los Beatles en Tenerife», explica que cuando llegaron a la casa de Los Realejos (que hoy, remozada, sigue en pie) se encontraron un inmueble aún en construcción, «sin electricidad, sin teléfono y casi sin agua». Claro que eso era lo de menos, máxime cuando el Puerto de la Cruz ya había estrenado su recordado Lido San Telmo, de algún modo el origen de lo que hoy se conoce como Lago Martiánez, que diseñaría César Manrique. Fue en el Lido San Telmo donde Ringo, George y McCartney pasaron muchas de las horas de las que serían sus últimas vacaciones en tranquilidad, sin fanes gritonas, sin flashes, sin guardaespaldas, sin agobios. Eran ya conocidos en Gran Bretaña, todavía solo conocidos, pero ni siquiera eso en la isla. El propio Voormann reconocería en sus memorias que allí vivieron sus últimos «ratos de libertad, de disfrute sin periodistas».
Hasta el 9 de mayo vivieron el grueso de los Beatles entre la promesa de chalé de Los Realejos y el descollante municipio portuense (también hubo visita al Teide, claro). Su estancia fue tan placentera que incluso quisieron actuar en la parte alta del Lido, donde había un bar y un pequeño escenario. Fue entonces cuando David Gilbert, que era el gerente del establecimiento, les dio las gracias, claro, pero les advirtió de que lo suyo «no era lo apropiado para sus clientes», una opinión en la que tuvieron mucho que ver las melenas británicas de los tres jóvenes. González Lemus relata cómo Gilbert le diría muchos años después que nunca supo cuánto llegaría a arrepentirse, si bien tuvo el «honor» de rechazar a la banda más mundialmente conocida de la historia.
Del Puerto al cielo
Si de Madrid siempre se va al cielo, en el caso de los Beatles su cielo comenzó en la ciudad turística. El día 11, apenas dos después de dejar Tenerife, «Please Please Me» alcanzaba el número uno en las listas británicas. La tranquilidad del Puerto de la Cruz nunca más sería posible: la beatlemanía comenzaba, un torbellino que soplaría en los sueños de juventud de generaciones y generaciones.
Pese a lo que pudiera imaginarse, las referencias a este hecho histórico no abundan. La casa de Los Realejos, hoy la número 11, ni siquiera tiene una placa en su entrada; no hay estatua alguna en el Puerto de la Cruz; y ni en una ni en otra localidad hay calle o plaza que recuerde la visita, algo difícilmente explicable en el caso del municipio portuense, cuyas arcas se nutren fundamentalmente del turismo, y especialmente del británico.
Precisamente por ello impulsó González Lemus una serie de actividades (conciertos, exposiciones...) en los mismos días en que la visita de los Beatles cumplía 50 años, entre el 29 de abril y el 9 de mayo pasados. El historiador forma parte de la directiva del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, institución que se ha puesto manos a la obra para recuperar el pasado Beatle portuense. El cabildo insular ya ha aceptado, a propuesta de Lemus, invitar a McCartney para que regrese a la isla y declararle visitante ilustre. También se ha instado a los dos ayuntamientos a hacer honor a su historia.
Al fin y al cabo, el Puerto de la Cruz, Los Realejos y Tenerife fueron el antes y el después de los Beatles; el paso de la persona al mito; el adiós a los sueños y la bienvenida a los gigantescos escenarios y los desmayos de adolescentes.

http://bit.ly/1OZNnQZ

PD: Como buen fanático del grupo, un día obtuve un vuelo a la isla de "enfrente" con el pretexto de mantener alguna reunión comercial, y con el Renault Megane que me alquilo Avis fui a los Realejos en la búsqueda del chalet número 11, allí ninguna referencia a su estancia, hable con un vecino, sabia que habían estado allí, pero que ni siquiera había nacido en esa época, pero yo seguía impresionado de saber que estaba en el mismo sitio en el que habían estado físicamente.  

En medio de la dificultad yace la oportunidad. Albert Einstein

miércoles, octubre 21, 2015

Ric Elias: 3 cosas que aprendí mientras mi avión se estrellaba

Me gusta la manera que lo cuenta Pablo Motos
Ric Elias tenía un asiento en primera fila en el vuelo 1549, el avión que hizo un aterrizaje forzoso en el río Hudson en Nueva York en enero de 2009. ¿Qué pasó por su mente mientras el siniestrado avión caía? En TED, nos cuenta por primera vez en público su historia.

sábado, octubre 17, 2015

El puerto deportivo de Dinamarca



En el puerto de Capri con cara de guiri despistado, a punto de ir a visitar Pompeya, durante todo el recorrido recordaba los relatos de la maestra de EGB sobre ella


El "Amparo"

 
Curiosamente su nombre no se debe a una mujer, sino a la ciudad donde nació (Brasil) el anterior propietario de ella, director de la tabaquera JReynolds en Canarias y que se iba de director de Coca Cola de su país, estando en su despacho vi la foto en la pared detrás suyo y le comente que estaba buscando un velero, salí de allí con ella puesta, La había comprado hacía 6 meses y fue mi primera embarcación, mucho la disfrutamos. La foto la tomo mi hijo Ricardo desde la avioneta con otro amigo.

"Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera." Pablo Neruda

jueves, octubre 15, 2015

"Encontrarle el sentido del humor a las cosas y no tomárselas demasiado en serio es una forma de disfrutar la vida."- Logan Lerman

"Cógeme, cógeme"


La he oído antes de verla. Está quejándose entre dientes porque su hija no para de llorar. Obviamente, nadie le ha recordado a esta mujer que los niños pequeños lloran. La niña, abrazada a las piernas de la mujer, pide que la coja en brazos. Repite una y otra vez con su vocecita: "Cógeme, cógeme". ¡La mujer parece realmente enfadada porque su hija quiera que la coja en brazos! Quizás esta señora debería intentar ser un poco más agradecida. Hay gente por todo el mundo que mataría por un niño adorable, un niño sano... simplemente, un niño.
Cuando doblo la esquina, por fin consigo ver a esa desastrosa madre. Ahí está: con toda su fuerza, la cara roja y ojos de loca. Cuando se da cuenta de que estoy mirando, intenta calmarse un poco, avergonzada aparentemente por tener testigos de su diatriba. Por mucho que lo intente, parece no poder contener la furia que lleva dentro. Sigue ignorando a la bonita niña, que lucha por su atención, y opta por escribir en el móvil en lugar de atender a la pequeña, que suplica ayuda para hacer los deberes. ¡LOS DEBERES! ¡Qué no daríamos cualquiera de nosotros por tener un niño que quisiera practicar los trazos de las letras del abecedario! Esta madre no sabe lo fácil que lo tiene y desde luego que no lo valora, vista su cara de molestia.
"¡¿CUÁNTAS VECES TE LO TENGO QUE DECIR?!"
Ahora le está ladrando órdenes a su hijo, que se encoge al oír su voz severa. A regañadientes y gruñendo, convierte las palabras en armas. Un "¿VALE?" de su boca, con ese tono, pasa de ser una pregunta a ser un puñal afilado y listo para usarse. Me pregunto si es consciente del miedo que da. Si yo fuera un niño, estaría aterrado.
Un rugido surge de sus entrañas, le sube por la garganta y estalla en el aire.
¡DAOS PRISA!
¡AHORA!
¿¡QUÉ ACABO DE DECIR?!
Los niños soportan ese aluvión de duras miradas que lo dicen todo. Están diciendo: "No tengo paciencia para que te comportes como alguien de tu edad" y "Hoy nada de lo que hagas está bien".
Siento como si fuera a presenciar un accidente de coche atroz y, aunque me tirara a la carretera, no podría hacer nada por evitarlo.
Con miedo por lo que pueda ver, hago contacto visual de mala gana con la mujer en el espejo. Por un segundo, no oigo nada. La sala se está quedando en silencio. Miro a mi bebé, que está llorando porque está cansada. Le prometo a mi dulce niña de cuatro años que le ayudaré a unir los puntos en su cuaderno de actividades tan pronto como limpie el suelo del baño después de que su hermano de seis años lo haya vuelto a dejar empapado con sus travesuras en la ducha.
Hoy el trabajo ha sido una locura, pero a las ocho de la tarde doy por finalizada la jornada; me niego a mirar el móvil para que no surja otro problema y tenga que volver. Odio cómo me he comportado hoy. No he apreciado a mis hijos, ni les he mostrado suficiente amor. Les he contestado sin interés alguno y he fingido que les prestaba atención cuando decían: "¡Mami, mírame!" porque he dejado que, cosas que no deberían importar, me consumieran. Se supone que respirar hondo ayuda, pero cuanto más aire cogía, más sofocada me sentía. Vuelvo a mirar al espejo.
¿Esa soy yo? No lo parece.
Miro a mis hijos. Se parecen a mí.
Aunque no les he dado lo que se merecían hoy, siguen dándome exactamente lo que necesito. Mis hijos son inocencia, comprensión y ternura. Incluso en mis peores días no dudan en tirarse a mis brazos, olvidándose al instante de lo enfadada que estaba y lo mal que les he hablado. Mis hijos son amor incondicional, hasta cuando les pongo condiciones sin darme cuenta. Son mejores de lo que yo puedo llegar a ser, con esos brazos cariñosos y rebosantes de perdón.

Carpe Diem


Carpe Diem. Aprovecha el momento. Uno de los discursos inspiracionales que más rápido vienen a la mente cuando pensamos en los del cine es esta escena de El Club de los poetas muertos.
"Acérquense, escuchen. ¿Lo oyen? Caaaaarpe Dieeeeeem. Aprovechad el momento chicos, haced que vuestra vida sea extraordinaria"

sábado, octubre 10, 2015

La trágica historia de amor que dio nombre a un puente de Luarca

Luarca es una preciosa villa que se asoma al Cantábrico desde la costa occidental asturiana. Mira al horizonte espumoso del mar con la verde montaña a sus espaldas, apoyada en la desembocadura del río Negro. Precisamente sobre el río cruza el puente del Beso, que coge su nombre de una bonita (y trágica) leyenda.
Luarca, foto de Wikipedia
El pirata berberisco Cambaral asolaba las costas asturianas. Su crueldad tenía atemorizados a los habitantes de los pueblos de la zona. El rey trató de darle caza con su flota pero Cambaral era igual de hábil asaltando como evitando a los grandes y pesados barcos de guerra reales.
Harto de la situación, el señor que gobernaba desde la Atalaya de Luarca decidió intentarlo con sus propios hombres. Para ello, elaboró un ingenioso plan: saldrían al mar disfrazados de inofensivos pescadores para que Cambaral no dudara en atacar. El plan funcionó y la batalla fue muy dura.
Finalmente, el señor de Luarca atrapó a Cambaral, herido y agotado. Muy satisfecho, el señor se lo llevó a Luarca encadenado y, una vez allí, lo encerró y se fue a celebrar la victoria con sus hombres. Sin embargo, su hija, conmovida, se ofreció a curarle las heridas.
En la oscuridad de la celda, la hija del señor se enamoró de Cambaral. Y Cambaral se enamoró, a su vez, de la hija del señor. Se declararon su amor sabiendo que no había futuro posible. El señor de Luarca nunca lo aceptaría. Pero Cambaral tenía un plan…
Cuando se recuperó de sus heridas, volvieron su ingenio y su valentía, y el pirata trazó un plan para que pudieran escapar. Era un plan insensato pero no les importó. La noche que lo pusieron en práctica, recorrieron las callejuelas de Luarca hasta el muelle donde les esperaba atracado el barco de Cambaral con el que esperaban huir.
Ay… En el muelle les esperaba también el señor de Luarca, ciego de rabia. Los dos amantes, sabiendo que allí se acababa su aventura, se besaron. El señor de Luarca blandió el sable y, de un solo golpe, les cortó las cabezas. Éstas cayeron sin separar los labios en las aguas del puerto, allí donde ahora el puente del Beso cruza el río Negro.
No sólo queda el puente, todo un barrio de Luarca lleva el nombre del pirata y esta leyenda recuerda su amor con la hija del señor. De la Atalaya ya no queda nada más que una calle que lleva su nombre, y del señor que gobernaba desde ella tampoco hay recuerdo

viernes, octubre 09, 2015

Que no te engañe, solo aparenta ser mala. En realidad no lo es, la conozco muy bien. Es solo su manera de protegerse, para evitar seguir sufriendo

¿Cuántas veces has ocultado tus lágrimas solo para no tener que explicar porque estas llorando?

Fuimos el amor perfecto en el momento equivocado.

“Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único.” Lennon habría cumplido hoy 75 años.

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El éxito no es la clave de la felicidad, la felicidad es la clave del éxito. Si amas lo que haces el éxito llegará.

Llega un momento en el que te cansas de luchar contra algo que ya acabó, de intentar revivir todo lo que se apagó, simplemente te cansas.

No le temo al hombre que ha aprendido 10 mil patadas. Le temo al hombre que ha practicado una patada 10 mil veces. Bruce Lee

jueves, octubre 08, 2015

La ciencia sale en ayuda de los celíacos

Cómo saber si una comida tiene gluten o no en dos minutos: con este gadget

Tener que convivir con un determinado problema en forma de alergia o intolerancia agudiza el ingenio. Lo saben bien los fundadores de la compañía 6SensorLabs. Shireen Yates y Scott Sundvorhe, antiguos alumnos del MIT, han vivido por ellos mismos problemas de alergias e intolerancias alimenticias que les animaron hace dos años a iniciar una aventura empresarial que a finales de este mes de octubre tendrá su primer producto comercial: Nima.
El pequeño gadget que está a punto de salir al mercado es un analizador de componentes de un alimento y que ayudará a que los alérgicos o intolerantes al glutén, principalmente, dispongan de una manera rápida para comprobar en casa o un restaurante, si lo que van a comer está libre o no de glutén. El test, que hasta ahora era más complejo de realizar y tardaba casi media hora en ofrecer resultados, puede finalizar con este nuevo gadget en solo dos minutos.
Nima, el gadget capaz de detectar gluten en una comida
Nima tiene el tamaño de más o menos una cajetilla de tabaco. Pero en su interior dispone de sensores capaces de detectar determinadas sustancias en un alimento. La principal es el gluten, del que es capaz de determinar su presencia en una cantidad tan reducida como 20 partes por millón. Según la FDA, la agencia responsable en EEUU del tema de alimentación y medicinas, los alimentos que se etiquetan como libres de gluten deben contener menos de esa cantidad.
El consumidor solo debe colocar una muestra de la comida en una cápsula desechable que se coloca en el interior de Nima y transcurridos dos minutos, su pequeña pantalla muestrará el símbolo de Gluten Free, que en este caso es una cara sonriente. En caso de detectar las proteinas, la cara no será tan amistosa.
El precio del kit Nima será de 179 dólares como oferta de promoción. Más adelante se incrementará hasta los 199 dólares, incluyendo tanto el sensor como tres cápsulas de un solo uso. Sin embargo, el precio final una vez pasado el periodo de lanzamiento será de 249 dólares. Pero el verdadero negocio para la compañía estará en los recamabios, que venderán a casi 50 dólares por cada pack de 12 unidades de un solo uso.
Una evolución natural del sensor Nima es ampliar su campo de acción. Para el futuro, además de incluir las funcionalidades actuales, está previsto que desde 6sensorLabs se añada a su producto o a sucesivas líneas derivadas del Nima original, más capacidad de detección para otro tipo de alergias o incluso determinadas sustancias que un consumidor quiera evitar consumir, incluyendo bacterias responsables de graves problemas de salud cuando se trata de comida.
El potencial mercado del "gluten free"
La etiqueta libre de gluten no está siendo solo una tremenda ayuda para los intolerantes a este conjunto de proteínas de cereales como la harina, sino que se ha convertido en un atractivo y extra comercial tanto para fabricantes de comida como para restaurantes o incluso el sector tecnológico.
La gente de 6sensorLabs está desarrollando una aplicación como complemento de su sensor Nima, la cual podrá usarse independientemente del gadget. En ella planean incluir desde información valiosa sobre ingredientes a evitar por celíacos hasta restaurantes y supermercados donde encontrar comida que no incluya gluten.